Vino y valor.

Erase una vez la confluencia astral que puso el precio de la uva y el vino de Rioja por las nubes. El fenómeno, aunque no duró demasiado tiempo, se achaca al cambio de siglo y milenio del que todavía no nos hemos puesto de acuerdo en la fecha exacta de tal evento.

En aquel tiempo 100 pesetas eran una pasta, ya lo creo. No recuerdo con exactitud si con una moneda de 20 duros se podían echar un par de vasos, pero casi. Lo que sí recuerdo es que llegaron a realizarse operaciones de compra/venta de hasta 12.000 pesetas la cántara (16 litros) y el kilo de uva alcanzaba con facilidad las 400 pesetas (2 euros y pico largo). Aquello era jauja. 

Entre las curiosas anécdotas de aquellos tiempos, en los que una caja de vino joven venía a equivaler en precio al de una cántara, recuerdo la del vitivinicultor en la taberna recriminado al tabernero el abuso que, a su juicio, suponía el tener que pagar por un vaso de vino la desorbitada cifra de20 duros (Cien pesetas y para algunos, todavía 400 reales). ¡Qué escándalo!

 Pueden hacer cuentas si quieren y podrán comprobar que el tabernero ganaba dinero,pero claro el hombre no estaba ahí trabajando para perder.

Y es que en esta tierra, como en todas en las que el vino sale de los arbustos, se olvida fácilmente el trabajo esforzado del agricultor que cultiva la viña y el alcornoque, el del elaborador, el de quienes fabrican el vidrio,las cajas y las cápsulas, el de los diseñadores, el de los impresores,el de los comerciales, el de los transportistas, el de los camareros y el de todos quienes disfrutamos del vino. Y así, con esta última,creo que no me dejo a nadie.

Queda claro, supongo, que desde la cepa a la copa se utilizan un montón de recursos y esfuerzos que en su medida han de tener su proporcionada compensación.Y sí, claro que sí, el vino sale de los arbustos, pero es un medio de vida de gran parte de la población, un negocio en los que todas las partes tienen quever compensado su esfuerzo. No me parece descabellado.

En esta región productora, donde quien más quien menos tiene viñas o algún vínculo directo o indirecto con la industria del vino: Los escaparates de las tiendas de todo tipo se adornan durante las fiestas de la capital con botellas de vino de regalo; un agradecimiento es bien recibido con unas botellas devino y, como es una población muy pequeña, nos conocemos todos y pululamos por los mismos sitios, cualquier bodeguero está dispuesto a regalar el vino en un establecimiento público con la promesa de notoriedad e incluso por la satisfacción personal que produce el ver su etiqueta al lado de una cafetera. Curiosa forma de poner en valor el vino de nuestra sangre.